LECTURA DEL DIA: 1 CORINTIOS 15:12-33
(Martes 18 Febrero 2020)
En cuantos problemas nos metemos muchas veces por nuestras
palabras, a veces por dar opiniones nos ponemos a hablar de más y ofendemos personas
personas o empezamos a dar críticas que solo dañan a otros.
En otras ocasiones, son nuestras palabras las que hieren,
dañan y destruyen en vez de construir. La biblia dice en Santiago 1:26 Si
afirmas ser religioso pero no controlas tu lengua, te engañas a ti mismo y tu religión
no vale nada.
Al que tiene una religión se le llama religioso, se supone
que está tratando de cumplir con mandamientos que estén acordes a lo que cree,
se supone que alguien religioso es alguien que ama a Dios y trata de agradarlo,
la biblia hace una dura advertencia si alguien se cree religioso y no refrena
su lengua ¡Está engañando su corazón!
Esto significa que si alguien dice que ama a Dios, debe
tener límites en lo que habla, si no, solo se engaña. La biblia hace muchas
advertencias sobre tener límites para hablar, por ejemplo:
1 Corintios 15:33 No se dejen engañar por los que dicen
semejantes cosas, porque las malas compañías corrompen el buen carácter.
Eclesiastés 5:4 Cuando le hagas una promesa a Dios, no
tardes en cumplirla, porque a Dios no le agradan los necios. Cumple todas las
promesas que le hagas.
Proverbios 29:20 Hay más esperanza para un necio que para la
persona que habla sin pensar.
Curiosamente Dios nos creó con dos orejas y una boca, una lección
muy práctica, debemos oír más de lo que hablamos. Si no ponemos freno a
nuestras palabras, nuestra religión se hace vana: otras versiones traducen esto
como “nuestra religión no sirve para nada” o “nuestra religión no vale” y otra versión
como “nuestra religión no es auténtica”. Podemos hablar ¡Claro que sí!, pero
prestemos mucho cuidado a lo que hablamos, analicemos nuestras palabras y sobre
todo seamos congruentes con lo que decimos creer, no podemos decir que amamos
al prójimo y llevamos chismes, calumnias e incluso acusaciones de las que no
tenemos fundamento; no podemos prometer cosas que no cumpliremos, no podemos
bendecir a Dios con nuestras palabras y a la vez maldecir.
Puedes meditar hoy un momento sobre todo esto, ¿Tus
conversaciones son congruentes con lo que dices creer?, ¿Tus palabras están construyendo
o destruyendo?
Hagamos los cambios que debemos hacer, pongamos freno a
nuestras palabras y seamos congruentes con el amor que decimos profesarle a
Dios.
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